Fecha: 2019-01-28 02:41:59


Nunca más la rosa blanca


En una época, se hablaba de los ladrones de guante blanco. Una manera elegante de hablar de los funcionarios. El crimen organizado pudo disputar –y, en algunos casos, triunfar- la administración del poder.

Por Alfredo Grande

En una época, se hablaba de los ladrones de guante blanco. Una manera elegante de hablar de los funcionarios. El crimen organizado pudo disputar –y, en algunos casos, triunfar- la administración del poder. Eso que llaman gobierno. Si el crimen organizado gobierna, entonces los delitos más atroces serán legitimados. Si el crimen organizado gobierna, la legalidad será un artificio encubridor de todas las formas de la impunidad. Si el crimen organizado triunfa, la seguridad será apenas los mecanismos represores, torturadores y exterminadores, de lo que se denomina terrorismo social. O sea: la protesta política social bautizada como actos terroristas. Otras formas del plan “Conintes” (conmoción interna del estado), del más popular “estado de sitio”, serán patentadas. Y sostenidas.

El obsceno presidencialismo dará paso a la pornografía de los decretos de necesidad y urgencia. La historia del sindicalismo burocratizado, con dirigentes enquistados por décadas, mucho conoce de cómo el crimen organizado conduce los destinos de ciento de miles de trabajadores. El crimen organizado también parasita a partidos políticos, esos tercerizadores de la democracia. La maquinaria electoral exige aportantes truchos, candidatos truchos, y obviamente, gobernantes truchos.

El pasaje de un estadío a otro es una muestra de la “insoportable levedad del ser nacional”. Como dijo el General: “la víscera más sensible es el bolsillo”. O sea: si el crimen organizado paga bien, hacemos la vista flaca. Si llegamos a fin de mes, o mejor aún, llegamos cómodos a la mitad del mes que viene, no atendemos demasiado las formas en las que el crimen organizado sostiene su poder. Algunos llaman a esta actitud “clase media”. El “chocobarismo” que es mi forma de nombrar la actitud de gobernar por la espalda, empieza a ser absorbida por el alucinatorio social. Hoy discutimos si taser más o taser menos. En un congreso de psicoanalistas dije que si en el imperio romano hubiera habido electricidad, los cristianos en vez de besar una cruz besarían una picana. El debate sobre las taser, definidas en la amistosa wikipedia como: un arma de electroshock es un arma diseñada para incapacitar a una persona o animal. Una de las más conocidas es el taser o pistola eléctrica (llamada también pistola de corriente), que dispara proyectiles que administran una descarga. El electroshock resucitado, luego de haber brindado servicios en las formas más represoras de la psiquiatría manicomial. El crimen organizado en funciones de gobierna argumenta que no es un arma letal.

La benemérita Congregación para la doctrina de la fe, también conocida como santa inquisición, clasificaba los tormentos en ordinarios y extraordinarias. Las torturas ordinarias estaban destinadas a infringir sufrimientos extremos a las víctimas, pero sin asesinarlos. Los tormentos extraordinarios terminaban con el asesinato de las víctimas, más allá de confesiones, arrepentimientos, promesas o cualquier otra forma de apaciguar a sus verdugos. Gracias a la electricidad, la taser está en la categoría de tormento ordinario. Aunque nadie es perfecto y a cualquier torturador se le puede ir la mano.

La discusión, a mi criterio, es si el crimen organizado en funciones de gobierno, podrá retomar la siniestra historia de la santa congregación para la doctrina de la fe neoliberal, e imponer la tortura pública y ambulante. Sin electricidad supongo que buscarían legalizar los azotes o el hierro candente. Con la doctrina de la congregación de la fe jurídica, siempre hay presunción de culpabilidad. Y para garantizar esta presunción y concretarla, se organizan las denominadas “causas armadas”. El crimen organizado en funciones de gobierno, fabrica crímenes ajenos para que sean la tapadera de los propios. Ven el delito en el ojo ajeno pero no ven la masacre en el propio.

Luciano Arruga es la evidencia de este mecanismo. Se cumplen 10 años de su calvario, que incluyó secuestro, tortura y asesinato. Su crimen fue negarse a servir al crimen organizado en funciones de gobierno. Con el agravante, para el crimen organizado en funciones de gobierno, de que siguieron cometiendo delitos para tapar el delito inicial. Delitos en concurso real, cometidos desde el gobierno. Para esos gatos, no hay cascabel que valga. Y solamente la lucha de los colectivos populares, lucha permanente, dolorosa, esforzada y de una profunda valentía, logra en el mejor de los casos, acorralar a la fábrica de delitos del crimen organizado. La marcha federal contra el gatillo fácil denuncia hace más de 4 años, la legitimación de la tortura y el asesinato como políticas públicas. “Por eso denunciamos que no se trata de uno, dos o mil policías sino de toda la institución, así como de todas las otras fuerzas represivas: gendarmes, prefectos, penitenciarios, etc. El responsable es el Estado. Pero también decimos que Cambiemos, desde que llegó al gobierno a fines de 2015, ha tenido como política intensificar la represión a la clase trabajadora. Eso significó la promulgación de la Ley de Sepultura 24.660, que arrebata casi todos los derechos de los privados de su libertad, y el intento de bajar la edad de imputabilidad el año pasado. A eso responden la intención de reformar el Código Penal para librar de responsabilidad a los policías que matan a nuestros pibes en todo el país, o la de devolver a los milicos a las calles para que colaboren con las fuerzas de inseguridad y juntos aumenten los niveles de represión a los que nos vemos sometidos bajo las excusas de las “nuevas amenazas” como terrorismo y el narcotráfico”.

Enfrentar al crimen organizado en funciones de gobierno, es una colosal tarea política. Pero también cultural. Porque hemos sido criados en una cultura del pacifismo como virtud y en una cultura donde la violencia es condenada. No diferenciar violencia de crueldad es otro de los triunfos de la cultura represora. La crueldad es la planificación sistemática del sufrimiento. El paradigma es la tortura. Todas las formas de tortura. La crueldad es lo más opuesto a la ternura. Para enfrentar la crueldad, necesitamos la violencia. Por eso el crimen organizado en funciones de gobierno, abomina de la violencia, para sostener la hegemonía de la crueldad.

También canoniza la revolución de la alegría, para encubrir la contra revolución de la desesperación. Por eso es apto para el crimen organizado en funciones de gobierno, insistir con el tema de la grieta. Y ya hay súplicas desde la más rancia oposición a que no se puede seguir con la grieta. Pienso que la grieta es una forma berreta y trucha de hablar de lucha de clases. En última instancia, más allá de las formas partidarias muchas veces ocasionales, el crimen organizado necesita garantizar las formas de impunidad a futuro. Nunca tronará el escarmiento. A lo sumo, habrá algunos desviantes, o chivos expiatorios. Y chivas.

Pero el crimen organizado seguirá construyendo políticas públicas donde el robo y el asesinato son la razón de su vida. También es necesario profundizar la batalla cultural y ampliarla a una guerra cultural contra todas las formas de la cultura represora. En esa guerra no seremos víctimas, si nos damos cuenta que en realidad somos combatientes. Y deberemos usar todas las palabras prohibidas por las diversas doctrinas para la congregación de la fe democrática. Y como homenaje al poeta, al guerrero, al revolucionario de América, muerto en combate, deseo pulir su verso en clave implicada: “y para el cruel que me arranca, el corazón con que vivo, cardo y ortiga cultivo, nunca más la rosa blanca”.

Pintura: La violencia nuestra de cada día, Luis Felipe Noé.

Fuente: Agencia Pelota de Trapo