Fecha: 2019-02-18 04:31:35


La opción benedictina: una interpelante propuesta para la sociedad post-cristiana


Una propuesta para vivir y conservar la fe cristiana en medio del liberalismo secular dominante podría decirse que es el objetivo de Rod Dreher en el libro “La Opción Benedictina: una estrategia para los cristianos en una sociedad post-cristiana” (“The Benedict Option: A Strategy for Christians in a Post-Christian Nation”, New York, Sentinel, 2017)

Por Jorge Nicolás Lafferriere

Una propuesta para vivir y conservar la fe cristiana en medio del liberalismo secular dominante podría decirse que es el objetivo de Rod Dreher en el libro “La Opción Benedictina: una estrategia para los cristianos en una sociedad post-cristiana” (“The Benedict Option: A Strategy for Christians in a Post-Christian Nation”, New York, Sentinel, 2017).  

El libro no se presenta como un tratado exhaustivo de vida cristiana, sino como una narración articulada de reflexiones e historias de distintos cristianos a lo largo del mundo que buscan ser pioneros en formas creativas de vivir la fe con alegría y como signo de contradicción en estos días tan oscuros. Dreher quiere que estas historias inspiren a otros cristianos a construir respuestas para los desafíos que el mundo real plantea a la Iglesia. Y el hilo conductor de estas historias es la analogía que el autor traza entre la situación histórica en que San Benito escribió su Regla y fundó sus monasterios y la actualidad.

El autor se inspira también en el Papa Emérito Benedicto XVI quien profetizaba sobre un mundo en el que la Iglesia viviría en pequeños círculos de creyentes comprometidos que viven su fe intensamente y que de alguna manera de separan de la sociedad dominante por el bien de permanecer en la verdad (p. 4). MacIntyre es otro autor que es citado en diversas ocasiones por Dreher, en línea con sus reflexiones sobre cómo vivir “después de la virtud” (After virtue), es decir, cómo convivir en una sociedad que ya no puede coincidir en qué constituyen creencias y conductas virtuosas y que incluso duda si la virtud existe (p. 16).

El libro se estructura en dos partes. En la primera encontramos la descripción que Dreher realiza sobre los desafíos que presenta la era post-cristiana en Estados Unidos. En la segunda, propone una reflexión sobre cómo la forma de vida prescripta por la Regla de San Benito puede ser adaptada para los cristianos comprometidos de nuestro tiempo de cualquier iglesia y confesiones.

Podríamos decir que el libro parte de dos grandes presupuestos. El primero es que los cristianos hemos perdido el debate en la esfera pública y yo no enfrentamos un escenario social de “tolerancia”, sino de abierta hostilidad, que no será posible revertir en los próximos años. El segundo es que muchas iglesias han cedido al secularismo imperante y no logran ser eficaces en la transmisión de la fe. La imagen con la que comienza el libro es la de una gran inundación que no se vio venir y que ha tapado de agua a los cristianos, quienes no estamos preparados para esta situación (capítulo 1).

A partir de estos dos presupuestos, el libro profundiza en las raíces de la crisis (cap. 2) y propone la regla de San Benito como clave para vivir la fe cristiana en este tiempo (cap. 3). Luego se abre el análisis de la forma de vivir la opción benedictina en las distintas dimensiones de la vida: la política (cap. 4), la Iglesia (cap. 5), la comunidad local (cap. 6), la educación (cap. 7), el trabajo (cap. 8), la sexualidad (cap. 9) y la tecnología (cap. 10).

Para Dreher, antes que perder energías y recursos dando batallas que no podemos ganar, debemos trabajar en construir comunidades, instituciones y redes de resistencia que puedan sobrevivir, perdurar y eventualmente revertir la ocupación cultural que hemos sufrido (p. 12). En distintos pasajes del libro, ya sea en educación, política, empleo u otras dimensiones de la vida, Dreher constata que el cristiano que quiere vivir a fondo y con plena fidelidad sus convicciones enfrenta entornos que dificultan gravemente ese propósito. De allí que proponga para los distintos ámbitos un esfuerzo por reagruparse y concentrar fuerzas en edificar una “subcultura” fuerte que permita resistir y sea germen de la transformación social futura. No se trata de crear el cielo en la tierra sino de edificar una forma cristiana de vida que pueda ser una isla de santidad y estabilidad en medio de las mareas altas de la modernidad líquida.

La Regla de San Benito es el corazón del libro. En este punto, no obstante, no busca fomentar el ingreso de los cristianos a monasterios benedictinos sino que las mismas familias y los cristianos que viven en medio del mundo adopten una cierta espiritualidad guiada por los valores de la Regla: orden, oración, trabajo, ascetismo, estabilidad, comunidad, hospitalidad y balance. La opción benedictina es para todos, pero principalmente para las familias cristianas. El libro toma constantemente ejemplos de la vida familiar y la experiencia misma del autor sobre la situación de los cristianos en el mundo secularizado está signada por los desafíos que le ha significado educar a sus hijos. La función de la familia en la transmisión de la cultura cristiana es entendida como central para el libro. La analogía entre la Regla y la vida actual es interpelante y ofrece pistas muy oportunas y concretas para vivir una vida cristiana coherente, con la virtud de ofrecer un marco ordenado y probado de vida cristiana. Pero al mismo tiempo, las diferencias entre un monasterio y la vida en el mundo, especialmente en la familia, son muy grandes y quizá allí se encuentre uno de los puntos en que el libro presenta algunas incertidumbres.

La espiritualidad benedictina es respuesta al Deísmo moralista terapéutico (Moralistic Therapeutic Deism - MTD), que es el término que utiliza Dreher para caracterizar a la pseudoreligión que suele imperar en la sociedad dominante. Este deísmo se concentra únicamente en mejorar la propia autoestima, la felicidad subjetiva y una buena convivencia con los demás. Ello significa que se omiten importantes valores cristianos como la conversión, el sacrificio de sí mismo por amor, la pureza de corazón y el sufrir por Cristo bajo el signo de la cruz (p. 10-11). Además, el autor llama la atención sobre la crisis en torno a la sexualidad y también sobre la tecnología, especialmente el impacto que tiene internet, que por su naturaleza fragmenta la atención y afecta nuestra capacidad de encontrar el sentido al mundo, reconfigura nuestro cerebro y nos vuelve cada vez más incapaces de actuar contra nuestros impulsos.

El libro quiere presentar varones y mujeres que son como Benitos de nuestro tiempo. La opción benedictina es una estrategia que se nutre de la autoridad de las Sagradas Escrituras y la sabiduría de la Iglesia antigua para asumir un exilio en el lugar y una forma vibrante de contracultura. El valor de la historia, la liturgia, la Tradición, el ascetismo, el ser signo de contradicción y la importancia de la disciplina, son presentados como ejes de la vida en la Iglesia. Si quiere ser una genuina renovación de la cultura cristiana, la opción Benedictina tiene que estar centrada en la vida de la Iglesia (p. 101). Al mismo tiempo, el autor nos previene contra el peligro de convertir a nuestra comunidad en un ídolo. La propuesta, en este punto referido a la Iglesia, está atravesada por una idea de ecumenismo práctico, donde se considera a todas las propuestas cristianas “ortodoxas” (en el sentido de fieles a la Escritura y la Tradición) como equivalentes. Dreher fue católico y hoy pertenece a la Iglesia Ortodoxa. Esa visión práctica que adopta el libro por momentos incurre en una uniformidad algo forzada. Aunque no soy experto en ecumenismo, creo que hay matices y aspectos particulares de las Iglesias y confesiones que hay que saber que existen y que complementan y enriquecen la reflexión sobre los temas que tan agudamente plantea el libro. Pienso, por ejemplo, en la riqueza de algunos elementos de las enseñanzas de la Iglesia Católica tal como fueron propuestos por el Concilio Vaticano II y el Magisterio posterior de los Santos Padres.

La opción Benedictina involucra comunidades pequeñas, nacidas desde abajo, para que haya vínculos fuertes de confianza y responsabilidad (p. 95). El foco en lo local, en los vínculos de cercanía, en el conocimiento y la amistad, es una constante del libro, ya sea que se trate de la política, la Iglesia, la sociedad, la educación o la vida afectiva. Por supuesto, la familia es el agente central de esa comunidad.

En el capítulo relacionado con la política, Dreher considera que hay que tener en cuenta la fragilidad de los logros que se obtienen a través de la política partidaria. Su pesimismo en torno a la realidad política parte de la progresiva aprobación de leyes y fallos sobre temas de vida y familia que van acorralando a los cristianos y generando un conflicto prácticamente irresoluble para la conciencia y la vivencia de la fe. Pero el autor no considera que haya que dejar la vida pública por entero, y recuerda el deber de rezar por los líderes políticos y hablar proféticamente. “Son tiempos que reclaman mucha más sabiduría y sutileza para los creyentes que ingresan en la batalla política” (p. 83). Nuevamente, la opción benedictina se concreta en construir vibrantes “subculturas”, con fuerte foco en lo local, antes que buscar posiciones de poder. Y para el autor ello no significa huir de la sociedad sino una mayor atención a ella. En tal marco, la libertad religiosa se convierte en un valor decisivo a defender y fortalecer pues “el primer objetivo de los cristianos que vive la opción benedictina en el mundo de la política convencional es asegurar y expandir el espacio en el que podemos ser nosotros mismos y construir nuestras instituciones” (p. 86). Además, la crisis es una crisis “del alma” y por eso la opción de trabajar en el nivel cultural es política en su nivel más profundo.

El libro tiene, en muchos sentidos, un enfoque propio de la realidad estadounidense. De hecho, el título del libro en inglés se refiere a una “nación post-cristiana”. Esto se advierte en temas tales como el consejo de retirar a los hijos de las escuelas públicas o el impulso al homeschooling. En este punto del enfoque “americano”, resulta muy interesante el análisis de la situación actual planteada por la presidencia de Trump, y las oportunidades y los peligros que se presentan para los cristianos. Ese enfoque norteamericano no implica que las propuestas no sean válidas para otras sociedades que comparten situaciones similares de secularismo y exclusión de lo religioso de la vida pública. De hecho el libro comparte historias de distintos lugares del mundo, como las que se vinculan con la situación de la fe en los países del Este que estuvieron bajo la dominación comunista (caso Checoslovaquia) o la comunidad Tipi Loschi de Italia. Algunas propuestas del libro,

El libro relata muy bien las crecientes dificultades que se plantean a los cristianos para sobrevivir en los distintos ámbitos de la vida social: en la política, en la educación, en el trabajo, en la universidad, etc. Sobre todo por el uso ideológico de las leyes antidiscriminación, los cristianos se tienen que adaptar a una era de hostilidad en la que las listas negras son una realidad (p. 182). El libro no quiere proponer una simple huida del mundo, aunque por momentos el texto no termina de ofrecer una síntesis clara sobre el punto. Ello es lógico, pues se trata de una tensión inherente a la vocación del cristiano: estar en el mundo sin ser del mundo. Esta dificultad se constata cuando el autor parece insinuar que los cristianos tienen que elegir estratégicamente en qué trabajo se van a desarrollar y señala que hay que comenzar a pensar y actuar creativamente en campos profesionales que todavía nos están abiertos sin riesgo de tener que caer en formas de conformismo con el mundo y claudicación de la fe. Pero al tiempo que hace esa reflexión, nos invita a ser inteligentes, prudentes, a usar el silencio como escudo y, en última instancia, a ser valientes y estar dispuestos al sacrificio y al martirio. El autor propone un discernimiento inteligente, que no significa entrar en batalla por cualquier cosa sino tener prudencia en el trabajo y en cada ámbito.

Una lectura demasiado “estratégica” del libro puede caer en la tentación de instrumentalizar la fe para buscar una transformación social. Este punto ha sido agudamente analizado por Mario Šilar en un trabajo publicado por el Instituto Acton (http://institutoacton.org/2017/06/28/la-opcion-benedictina-una-reflexion-mario-silar/): “Muchas de las discusiones actuales sobre el mejor modo de vida cristiana en el mundo pierden de vista todo esto y se deslizan en la peligrosa pendiente que les lleva a convertirse en meros “programas para la reforma”. Sin embargo, la reforma genuina, en la Iglesia especialmente, no proviene de “programas” sino a través de nuevas formas de vida generadas por nuevos tipos de santos”. Creo que si bien es cierto que el libro de Dreher corre el riesgo de ser leído en forma de huida del mundo a modo de mera estrategia, también hay que entenderlo en la dinámica e idiosincrasia propia de la cultura estadounidense. A su vez, el autor en distintos pasajes pone el eje en la profundidad de la vida cristiana como respuesta al problema de fondo. En todo caso, es importante prevenirse contra visiones simplistas y esquematizantes que no terminan de captar la realidad en toda su complejidad, que corren el riesgo de poner las esperanzas únicamente en los propios medios y no terminar de confiar en el poder de Dios que obra redentoramente en la historia.

En la fe cristiana, por su dinamismo de Encarnación, Cruz y Resurrección, se viven dos movimientos: hacia Dios y hacia el mundo. El libro que comentamos nos recuerda la importancia de volvernos a Dios, concentrarnos en consolidar nuestra cultura cristiana, para luego retornar al mundo. Para ello, hace un repaso de las dimensiones más importantes de la vida y procura presentar ejemplos de respuestas cristianas bajo la lógica de la Regla de San Benito. Lógicamente, como toda propuesta, está abierta al diálogo y a cierto discernimiento común. En este sentido, y como espíritu de aporte, comparto algunas preguntas con las que quisiera finalizar este comentario: ¿Compartimos el diagnóstico referido a la situación de minoría de la fe cristiana en la sociedad secularizada de nuestros propios países? ¿Vivimos un clima hostil hacia los cristianos? ¿Están totalmente perdidas las posibilidades de incidir políticamente en la configuración de la vida pública para garantizar los valores humanos básicos y, sobre todo, la libertad? ¿Cómo vivir en este contexto la vocación laical de ordenar las realidades temporales según el plan de Dios? ¿El hecho de que un campo profesional sea muy hostil a la fe cristiana significa que un cristiano tiene que buscar otros lugares para desarrollarse profesionalmente? ¿Cómo vivir esa tensión hacia conservar la fe sin caer en la tentación de una huida del mundo?

Vivimos tiempos difíciles, pero al mismo tiempo apasionantes, que nos hacen cada día más conscientes de la importancia de vivir a fondo nuestra fe, confiando en el poder de Dios que obra poderosamente en nuestra debilidad. El dinamismo del amor nos lleva a amar a los hombres, especialmente a nuestros enemigos, hasta dar la vida, conscientes que es la entrega redentora de Cristo en la Cruz la respuesta de fondo al mal y al pecado en el mundo. Esa lógica pascual alimenta nuestra esperanza, sobre todo en la Eucaristía, que es fuente y culmen de nuestra vida. Ojalá podamos vivir con este dinamismo de amor los tiempos de hostilidad hacia la fe.

Fuente: Parte de Prensa