Fecha: 2023-10-03 03:01:28
Algunas de las firmas más reconocidas de LA NACION aportan su análisis y evalúan el desempeño de Javier Milei (La Libertad Avanza), Patricia Bullrich (Juntos por el Cambio), Sergio Massa (Unión por la Patria), Juan Schiaretti (Hacemos por Nuestro País) y Myriam Bregman (Frente de Izquierda) durante el primer duelo presidencial.
Seguramente, ninguno sumó un voto más, y tampoco lo perdió. Cada uno cumplió el papel que más o menos viene desempeñando en esta tediosa campaña electoral. Javier Milei fue el más sólido cuando se trató la cuestión económica, aunque por momentos hizo abuso de términos demasiado técnicos; el candidato libertario fue superficial, en cambio, cuando se abarcaron asuntos que no eran los económicos. Patricia Bullrich estuvo algo incómoda en casi todos los temas, como si hubiera temido equivocarse en un momento crucial para su carrera política; se la notó especialmente insegura con los temas económicos. Y estuvo mucho más sólida en cuestiones de seguridad o de derechos humanos. Sergio Massa tiene un envidiable dominio escénico, aunque no pudo evitar hacer casi explícita su alianza con Milei. Gran parte del debate se dio solo entre ellos. Juan Schiaretti pasó inadvertido. No puede negársele a Myriam Bregman, en fin, su coherencia en el anacronismo. Nadie cambió nada.
Dios le da pan al que no tiene dientes. El candidato más completo en el debate fue Juan Schiaretti, cuyas posibilidades de llegar a la presidencia son quiméricas. Si no fuera porque insistió demasiado en las virtudes de la vida pública cordobesa, fue modesto pero completo. Defendió muy bien su opción por el equilibrio político y expuso con claridad sus ideas económicas. Fue también inteligente en algunas jugadas específicas. Formuló una reivindicación de Raúl Alfonsín en materia de derechos humanos que había que esperar de Patricia Bullrich, quien debe retener el voto radical. En ocasión de interpelar a Javier Milei, puso en falsa escuadra a todos los candidatos que hablaron de educación olvidando que la Nación carece de competencias para ejecutar esas iniciativas. Y, sobre todo, atacó con mucha precisión las inconsistencias de Sergio Massa. Schiaretti fue quien mejor aprovechó la oportunidad que se le ofrecía. El debate, en conjunto, fue muy pobre. Cuestiones cruciales de la esfera pública fueron ignoradas. Tres ejemplos: la corrupción, que está tan conectada al problema de la inseguridad y el narcotráfico; la relación de la política con la Justicia, y las relaciones exteriores. Son temas que se podrían haber abordado más allá de las áreas formales en que se organizó el diálogo. En definitiva, hay buenas razones para que los que no fueron a votar el 13 de agosto lo hagan el próximo 22. Pero es difícil que el espectáculo de anoche esté entre ellas.
El debate no deja un ganador nato. Ni mucho menos, un perdedor. Las oportunidades que tenía la oposición para capitalizar el “efecto Insaurralde” no se aprovecharon, tampoco la letal crisis económica que atraviesa nuestro país y los constantes disvalores que arrecian por estos días. Sergio Massa mantuvo el tono y la forma para defender situaciones indefendibles. Javier Milei logró escapar al formato televisivo y transmitir una calma poco habitual para buscar votantes afuera de su pecera. Patricia Bullrich encontró su momento cuando le preguntaron por el caso Maldonado, pero no se la vio cómoda en las respuestas sobre economía. En algunos tramos, el discurso no fluía y tampoco los argumentos, como al momento de defender cómo eliminar la “pelota” de Leliqs. Juan Schiaretti parecía peleando la reelección en Córdoba más que disputando la presidencia y Myriam Bregman se encontró cómoda con el campo liberado para su discurso anti Fondo Monetario y anti capitalismo. Por momentos, aparecía mimetizada con las bases del kirchnerismo y dando respuestas que, en otra época, serían música para los votantes de Cristina Fernández de Kirchner. La pobreza e indigencia crecientes, la desidia económica, el dólar a $800, la imposibilidad de pagar deudas a acreedores internacionales, el cepo brutal que atraviesa la Argentina y la salida de compañías del país ni siquiera fueron centro del debate. Un debate gris, con tan pocos matices que hasta parecía una riña de mensajes grabados con anticipación.
¿Alguien cambió su voto después del debate de anoche? ¿Algún indeciso se terminó de definir? Si esa es la medida del éxito, el cruce entre los candidatos, en el que faltaron las propuestas reales, pareció arrojar una respuesta decepcionante. Todos jugaron a no arriesgar, y el resultado fue una noche sin grandes sorpresas ni revelaciones. Y fundamentalmente de oportunidades perdidas. Javier Milei podría haber sacado una pequeña luz de ventaja: su gran objetivo era no perder el control, mostrarse equilibrado, pero sin dejar de ser Milei. Sus gestos socarrones y su acalorada reacción a las críticas fuera de micrófono fueron la excepción en una noche en la que se mostró contenido y en la que incluso evitó mencionar la dolarización. Sergio Massa tenía todas las de perder: la economía, la corrupción y el flamante escándalo del “yategate” lo convertían en blanco fácil. Pero sus rivales (posiblemente con la excepción de Myriam Bregman, que pareció la más cómoda y desenvuelta) desaprovecharon oportunidades de oro para atacarlo por el caso que irrumpió apenas 24 horas antes del debate. Patricia Bullrich arrancó con firmeza, tuvo algunos dardos certeros y luchó contra el objetivo compartido de Massa y Milei de invisibilizarla e instalar una segunda vuelta entre ellos dos. Pero se mostró tensa y dubitativa, con miedo a algún error fatal, y menos solvente cuando la cruzaron por la economía. ¿Su mayor error? Perdonarle la vida a Massa en el momento de las preguntas cruzadas y no salir con los tapones de punta por el caso Insaurralde.
Hay partidos que se ganan con un empate. Sergio Massa tenía todo para perder. Al trauma de despegarse de sí mismo para hablar de la economía, se le sumó sobre la hora el escándalo Insaurralde. Se acomodó en el centro, como si no fuera el candidato kirchnerista, y buscó polarizar con Javier Milei. Aguantó las críticas a su gestión e ignoró como quien ve llover las chicanas sobre el yate en Marbella. El bajo vuelo del debate le jugó a favor. Patricia Bullrich tuvo un penal -la pregunta directa a Massa- y lo tiró afuera. Se mostró enérgica, pero le costó horrores la argumentación económica. Se la notó nerviosa por momentos, sin fluidez y leyó más de la cuenta. No logró romper el jueguito de la polarización entre sus rivales al ballottage. Milei usó un tono solemne para decir lo mismo de siempre. Su obsesión fue lucir "contenido", con aire presidencial. Jugó a no arriesgar: les habló solo a los que ya compraron su mensaje de la casta y la motosierra. Volvió a hacer agua al explicar su pacto con Barrionuevo. Sin nada para perder, Myriam Bregman desplegó sus dotes de polemista entrenada. Juan Schiaretti se sigue percibiendo candidato a gobernador de Córdoba.
En líneas generales, el debate resultó gris, nunca logró despegar ni cobrar intensidad. Nadie sorprendió ni aportó novedades. El formato, aun con los derechos a réplica, no contribuyó al intercambio, y los candidatos no exhibieron una gran capacidad retórica. En consecuencia, no pareció haber ganadores nítidos. Dentro de esa medianía, podría considerarse que Javier Milei no cometió errores, con lo cual puede darse por satisfecho al ser el que lleva la delantera. Mantuvo la postura, salvo en un momento en el que quiso hablar fuera del reglamento. No lo favoreció la luz ni los anteojos bajos, parecía que leía. No estuvo explosivo ni tampoco fue su mejor noche al momento de argumentar. Sergio Massa polarizó con él para neutralizar a Patricia Bullrich, y no sufrió tanto como se podría haber pensado; apenas un poco en el segmento económico. Jugó a no perder. Ni el “chocogate” ni el “affaire Insaurralde” le hicieron mucho daño. No pudo evitar las contradicciones entre su gestión y sus promesas. Estuvo sereno pero con un tono engolado. Bullrich pegó fuerte de entrada y por momentos se mostró ácida, pero le costó el tramo económico, que buscó ser explotado por Milei y Massa. Se la notó más suelta al hablar de seguridad o de educación. Desaprovechó el espacio de las preguntas a sus principales rivales. Schiaretti no se apartó de su planteo antigrieta, pero pareció más un candidato a gobernador de Córdoba que a presidente. Myriam Bregman evitó quedar marginada con su actitud confrontativa y vivaz, aunque su mensaje careció de novedades.
Si un debate es una muestra de un carácter presidenciable, el formato puso un manto de protección sobre los candidatos. A Javier Milei, le evitó dejar expuesto el peligro de sus desafíos de autorregulación emocional. Milei 2023 le ganó al Milei del debate 2021, cuando lo dominó su incapacidad para manejar la solidez argumentativa, la estrategia y los tiempos. Milei ganó en el tramo económico, con ideas más claras. Patricia Bullrich evitó el riesgo de quedar a la intemperie en el debate económico, al que entró más tarde que sus adversarios. Le fue mejor respondiendo las preguntas, como el tema Maldonado, que preguntando o presentando sus temas, donde fue más dubitativa, y administró sus derechos a réplica para ganar espacio en el debate educativo. A esa altura, a Milei y a Sergio Massa ya no les quedaban chances de réplica. Massa corría el riesgo de sobregirarse en su autoconfianza, y cumplió. El “vos” con el que se refirió a la audiencia y la impostación de empatía lo volvieron, paradójicamente, menos creíble. Juan Schiaretti argumentó racionalmente, pero solo ganó como presidente de Córdoba. Myriam Bregman fue articulada en todo el debate y fue la mejor distribuyendo las posibilidades de intervención. Le jugó en contra un ideario de estudiantina que, en el mejor de los casos, juega su ficha en el terreno testimonial. Ningún candidato metió la pata tanto como para que la viralización lo condene al escarnio o a la derrota.
Como si se hubiera repetido el resultado de las PASO, el primer debate presidencial mostró un desenlace parejo entre los tres principales candidatos, sin que puedan determinarse ganadores y perdedores de manera concluyente. Podría marcarse alguna preeminencia de Javier Milei, tal vez por la seguridad de sentirse ya el más votado y al que hay que desafiar. La salida airosa de Sergio Massa no fue por las buenas razones (casi no se habló de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, y la “mancha venenosa” del caso Insaurralde apenas tuvo dos menciones superficiales). Patricia Bullrich mostró firmeza al hablar de los temas que más domina (seguridad y orden público), pero hizo agua al tener que explicar cómo solucionaría los enormes problemas económicos del país. Más que explicar sus propias propuestas, los candidatos se dedicaron a tirarse chicanas sobre el pasado y, en una actitud defensiva para evitar errores, no pudieron explicar cómo llevarían a la práctica sus políticas. Así, “dolarización”, “equilibrio fiscal” o “plan integral” no pasaron de ser palabras sin mayor profundidad. En su intento por mostrar lo que considera logros de su gestión, Juan Schiaretti no pudo despegarse de su rol de gobernador de Córdoba y, por momentos, parecía postularse otra vez para ese cargo. Myriam Bregman tuvo consistencia en sus ideas, aunque no pasó de su prédica contra el FMI y por “la lucha en las calles”, sin poder romper ese cerco autoimpuesto.
Más que un ganador evidente, hubo muchos perdedores; millones, de hecho… los argentinos. Pobreza por encima del 40%; inflación de 120% anual y un país que se deshace. Mientras tanto, los cinco candidatos se concentraron en las chicanas y en las dudas e ignoraron el futuro más allá de los eslóganes. No hubo un ganador que marque la diferencia, en estilo, reflejos, propuestas y capacidad de respuesta inmediata. Patricia Bullrich tuvo una buena primera media hora: recuperó el tono y la autenticidad de su campaña previa a las PASO, pero después se desdibujó. Myriam Bregman fue la estrella de las respuestas rápidas y efectistas, pero la candidata de la izquierda corría con cero riesgo (no tiene chances electorales), por lo que su agilidad estaba casi garantizada. Juan Schiaretti abusó del ejemplo de Córdoba. Javier Milei hizo todo lo posible para evitar los exabruptos, pero tropezó al hablar de la dictadura. Sergio Massa quiso convencer a los argentinos de que se olvidaran de la realidad, pero es demasiado difícil.
Lamentablemente, nadie sacó grandes diferencias. El formato y la falta de espontaneidad fueron determinantes a la hora de encontrar un claro ganador. Javier Milei, sin el condimento de la interrupción y la explicación larga pierde brillo. Y así fue, no brilló. Sergio Sergio Massa la sacó barata, pero no pegó un contraataque. Patricia Bullrich se lució cuando fue auténtica y no estuvo cómoda en lo que tenía estructurado. Juan Schiaretti no pudo salir de Córdoba. Una vez más, como en toda su carrera política. Y Myriam Bregman pareció la candidata de Máximo y Cristina Kirchner. Dentro de este molde donde se metieron los candidatos, como para no fallarle a los propios, Bullrich sacó una pequeña luz con la referencia directa. Los miraba y les hablaba a los candidatos. Apellido más tuteo. Claro, no le fue bien cuando la llevaron a la materia económica. Ante tanta falta de espontaneidad, se valió de las réplicas, pero desperdició las preguntas.
Fuente: La Nación