Fecha: 2025-04-28 04:14:41


Un gran líder religioso y un estadista del siglo XXI


La despedida de los restos del papa Francisco, con oraciones y misas multitudinarias en todo el mundo, dejó imágenes memorables para la historia de la Iglesia.

Un ataúd sobrio, sin ebanistería y con solo su nombre, tal la voluntad expresa de este Pontífice extraordinario. También fue su decisión que ese último recorrido no se hiciera en un coche fúnebre, sino en el Papamóvil blanco que utilizó en sus giras por el mundo. Un póstumo mensaje de amor a la vida y de apego a una sobriedad que, en su persona, fue convicción e identidad.

Y también será inolvidable el gesto extraordinario de ordenar que quienes lo recibieran en la capilla del Pesebre de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma fueran presos y marginales con quienes Francisco tuvo siempre un trato deferente y personal.

La conmoción mundial que ha causado la muerte de este papa argentino es el fruto de una vida pastoral plenamente comprometida con su tiempo. Como lo fueron sus referentes espirituales: Francisco de Asís, que interpeló a la Iglesia de su tiempo por el olvido de los postergados, e Ignacio de Loyola, el fundador de la orden jesuita y cabeza de la reforma de la Iglesia tras la ruptura producida por Lutero y Calvino.

Mientras tanto, como si fuera un efecto póstumo de doce años de pontificado, fue sorprendente la reunión de Volodimir Zelensky y Donald Trump en la misma Basílica de San Pedro, dialogando por la paz en Ucrania, acompañados luego por el primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron.

La autoridad del papa Francisco nació de su fidelidad a la Iglesia y a sus propios orígenes.

En su histórico discurso ante el Congreso de los EE.UU. resaltó los valores de la democracia y la libertad, que son emblema de ese país, pero también recordó que "los americanos somos hijos de inmigrantes", anticipando así su constante prédica a favor de los desplazados de su patria por las guerras, las hambrunas y las dictaduras, un drama de este tiempo que afecta a decenas de millones de personas. Nunca dejó de defender a los inmigrantes. Frente a la ola de xenofobia, Francisco realizó una inédita visita pastoral a la isla de Lampedusa, puerta de entrada para muchos expatriados.

También en el Capitolio, Francisco exaltó la figura del líder de la resistencia pacífica contra el racismo, Martin Luther King y de la dirigente social norteamericana Dorothy Day.

En el Foro de Davos, se ocupó de recordar en hay cerca de mil millones de hambrientos en el mundo. En todas partes, advirtió sobre las consecuencias sociales del desarrollo tecnológico y del cambio climático.

Con el presidente Barak Obama, hermanados por valores humanistas y democráticos, lograron lo inimaginable: la reanudación de vínculos entre EE. UU. y Cuba. Un proceso que se interrumpió con la llegada de Donald Trump.

Es que Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, fue esencialmente un humanista. Su visión sobre la Teología del Pueblo pone al ser humano en el centro de la escala de valores, sin ideología y sin clasismo.

A despecho de las críticas, su verdadera guía fueron siempre la Sagrada Escritura y los textos del Concilio Vaticano, con su poderoso mensaje ecuménico.

Francisco consideró a la dignidad de cada persona como el eje de la civilización. Y lo que predicó lo tradujo en hechos. Por eso, ayer, en Roma, se reunieron estadistas de todo el mundo para rendir un homenaje al extraordinario líder de una Iglesia, que seguramente seguirá por ese camino para acercarse cada vez más a la gente y construir, con todos los credos y todos los pueblos, la paz, la esperanza y la equidad.

Fuente: www.eltribuno.com