Fecha: Domingo 22 de Agosto de 2021
Cuando se recuerda la muerte de Martín Miguel de Güemes por lo general se destaca la traición llevada a cabo por José María “Barbarucho” Valdés o también la frustración del Plan Sanmartiniano. Pocas veces se recuerdan los momentos que vivió la población luego del deceso del héroe gaucho, de la persecución política que se desató y del armisticio firmado con los realistas.
Pero, además de la ola persecutoria, hubo otra celebratoria. “Ya tenemos un cacique menos que atormente el país”, dijo La Gaceta de Buenos Aires el 19 de julio de 1821 en un artículo atribuido a José Díaz de la Peña por parte de Vicente Fidel López. De Córdoba salió otra a Buenos Aires que decía: “Acabaron para siempre los dos grandes facinerosos. El primero está enterrado en la capilla del Chamical, y el segundo acaba de perecer en manos de los bravos santafesinos”, refiriéndose a “Pancho” Ramírez, asesinado el 10 de julio por fuerzas santafesinas al mando de Estanislao López. Cómo sería la catadura moral de los celebrantes salteños, jujeños y tucumanos que, sin pudor, elogiaban el asesinato de un hombre que intentó evitar que una horda de milicianos desnudase en el campo de batalla a su compañera Delfina.
Pero como señalan historiadores, no solo hubo escritos anónimos sino también institucionales que documentaron su proceder. Así por ejemplo, el 25 de julio de 1821 los diputados Juan C. Varela, Matías Patrón (dueño de la propiedad por donde ingresó “Barbarucho” Valdés), Teodoro Sánchez de Bustamante y Justo García y Valdés suscribieron una comunicación oficial al Congreso General de Córdoba diciendo: “Es notorio por las últimas noticias contestes de Salta, que después que el funesto Güemes fue depuesto por la voluntad general del Pueblo, logró entrar de nuevo en él, lo entregó al más horroroso saqueo y preparó el camino por donde el enemigo común debía marchar a ocuparlo”. Y continúa: “En la Junta Provincial de Salta, el 5 de agosto de 1821, su presidente Dr. Facundo Zuviría dice un elegante discurso reducido a patentizar el estado exánime de la Provincia, llamando gobierno arbitrario e inicuo al del Gral. Dn. Martín Güemes”. Conformaban esa Junta, además de Zuviría, varios miembros de la Patria Nueva: Dr. Mariano Gordaliza (Jujuy), Dr. Pedro Antonio Arias Velázquez, Pablo Soria, Dámaso Uriburu y Hermenegildo Hoyos.
Pero la muerte de Güemes no amainó las pasiones. Por el contrario, a poco se desató una campaña de desprestigio de su gobierno. Se repitió hasta el hartazgo que las arcas de la provincia estaban exhaustas por la desastrosa gestión del gobernador asesinado. Y nadie dijo que durante la gobernación de Güemes la provincia había soportado, casi en soledad, el peso de la guerra por esta parte de las Provincias Unidas. Para los enemigos de Güemes, el estado de guerra permanente nunca fue considerado como causa de la pobreza en que había caído la provincia. Pero hay más, en la Junta presidida por el Dr. Facundo Zuviría se dijo el 13 de agosto de 1821: “El anterior gobernante Dn. Martín Güemes hizo un estudio formal de (cómo) devorar la Provincia hasta su completo aniquilamiento, siendo insuperables estas dificultades por la situación lastimosa de Salta...”.
Y sobre la campaña de desprestigio orquestada por los responsables ideológicos del asesinato de Güemes, el historiador Antonio Zinny rescató un libelo de la época de don Isidoro Alberti. Fue editado por la Imprenta de los Expósitos bajo el título: “Prospecto sobre las violencias, tropelías, insultos y robos ejecutados en persona e intereses por el gobernador de Salta, Martín Miguel de Güemes, mayo 24 de 1821”.
El sitio de Salta
Mientras el general Güemes agonizaba en la Quebrada de La Horqueta, sus gauchos al mando del coronel Antonino Cornejo sitiaban a los españoles que ocupaban la ciudad de Salta. Y como el cerco les impedía acceder al agua y al ganado vacuno, la situación se les hizo insoportable. Don Zacarías Yanci, testigo del sitio, cuenta: “...días más, y la pérdida total de la fuerza sitiada era un hecho incontestable. Las conferencias reservadas entre los personajes más comprometidos dentro de la Plaza estaban a la orden del día; mientras tanto, el silbar de las balas no cesaba un instante... Solo faltaba que los perros entraran a figurar como hacienda de consumo; y que el suelo de la Plaza fuera socavado para sepultar a los que morían sobre la línea. Y la deserción continua Yanci- empezaba a ser el recurso de los sitiados...”.
Y cuando la situación se tornó desesperante para los realistas, el “Barbarucho” Valdés con el apoyo del gobernador Archondo urdió una negociación para salvar la situación. Para ello, lograron que las matronas salteñas que estaban en el sector que dominaban avalaran una nota pidiendo a los sitiadores, por razones que hoy definiríamos como humanitarias, una inmediata negociación para poner fin al conflicto. En realidad, entre esas matronas había numerosas madres con hijos que sufrían las consecuencias del sitio impuesto por las fuerzas del coronel Antonino Cornejo.
Las propuestas de Valdés pasaron de inmediatamente a manos del coronel Cornejo, quien de inmediato convocó a los jefes del ejército para adoptar una decisión al respecto. En la nota, Valdés solicitaba se establezca un diálogo entre sitiados y sitiadores y que se suspendieran los actos bélicos. Por su parte prometía retirarse de la ciudad dos días después de aceptadas sus propuestas y evacuar el territorio provincial en diez días más. Para esto último pedía que se le proveyese de caballos y carne para consumo de sus tropas. Asimismo, se comprometía devolver los equinos y pagar la hacienda en el campamento general de Olañeta.
Tratativas y acuerdo
El 22 de junio de 1821, a cinco días de la muerte del general Güemes y cuando en Salta se analizaba la propuesta de Valdés, llegó a Salta el comandante Pedro Olañeta. Lo hizo al enterarse del deceso de Güemes y por la situación de los sitiados. Y pese a su arribo, Vidt continuó estrechando el cerco sobre la ciudad mientras ocupaba los portezuelos Chico y Grande y el cerro San Bernardo. Pero la suerte quiso que Olañeta sorprendiera a tropas del coronel Vidt, las mejor armadas luego del conflicto con las tucumanas de Bernabé Aráoz. Este revés, sumado a la falta de armas, fortaleció la posición de Olañeta, quien de inmediato tramara junto a Valdés y salteños de la Patria Nueva llevar adelante el armisticio. Esto le permitiría retirarse de Salta en paz; entrometerse en cuestiones internas de la provincia y fijar disimuladamente límites que nunca más se traspusieron.
Por fin, el armisticio se firmó el 14 de julio de 1821, constaba de 15 ítems y lo rubricaron Gaspar Claver, representante del general Olañeta; Facundo Zuviría, representante del Cabildo y del gobernador de Salta; Antonio Pallares, por Jujuy; y Agustín Dávila, por la comandancia militar. Y fue ratificado el 15 de julio (1821) por Pedro Antonio Olañeta; Saturnino Saravia, gobernador interino y presidente del Ayuntamiento; y por José Antonino Fernández Cornejo.
Días después, el 21 de julio de 1821, el acuerdo fue aprobado por el Cabildo de Salta, cuya acta, según transcribe don Atilio Cornejo, dice entre otras cosas: “Después de los acontecimientos notables y espantosos, que habían ocasionado la disolución del cuerpo, y más principalmente por el escandaloso e inesperado suceso de 31 de mayo último, en que esta Provincia envuelta en los desastres consiguientes el bárbaro saqueo mandado ejecutar por el ex gobernador D. Martín Güemes, a consecuencia de haber la Municipalidad con este heroico pueblo en la precedente acta depuéstolo de la Magistratura que obtuvo; fue igualmente el 7 del siguiente Junio ocupada por las armas enemigas al mando del Brigadier Comandante General D. Pedro Antonio de Olañeta, penetrada de la compasible situación en que se hallaban los ciudadanos entregados a la mano feroz del cruel Güemes, sorprendieron la Plaza, sin ser sentidos, logrando la ruina del tirano con su fallecimiento acaecido el 17 del mismo... cuando más empapado se hallaba en ejecutar los horrores de su venganza; y cuando la Provincia reducida a un estado de nulidad... caminaba a pasos largos a su ruina, que se hacía inevitable sin armas, sin municiones... Sin recursos para desalojar al enemigo común...”. Sancionado el armisticio por el Cabildo de Salta, las tropas realistas se retiran de Salta el 26 de julio de 1821.
El 9 de agosto siguiente la Asamblea Constituyente sancionó la primera Constitución, autoría del Dr. Facundo de Zuviría, y el 21 de agosto de 1821 la Junta de Representantes aprobó un nuevo tratado con los realistas Pedro Olañeta y “Barbarucho” Valdés. Por Salta lo firmaron Fernández Cornejo, Facundo de Zuviría, Mariano Gordaliza (Jujuy) y Santiago Saravia.
Críticas
Para el historiador Martín Figueroa Güemes, el “armisticio” fue “una vergonzosa capitulación de la Provincia luego de 11 años de guerra permanente”. Impugna los artículos 3º, 4º, 7º del acuerdo y lo responsabiliza por la pérdida del Alto Perú y de la salida al Pacífico por Cobijas.
Fuente: Diario El Tribuno